lunes, 2 de julio de 2012

El hombre del taje costoso


Y cerró los ojos
Y los abrió un minuto después.  Se encontraba perdido, todo era diferente, no reconocía nada a su alrededor: en vez de las paredes y muebles elegantes que lo rodeaban con anterioridad, ahora solo había una inmensa oscuridad; en vez de su fina pijama estaba desnudo, vulnerable con su carne fofa, su piel pálida y delgada. Se sintió humillado, toda la elegancia que había portado en vida, ahora no existía.
¿Qué lugar era ese? La fiebre había desaparecido, toda temperatura había abandonado su cuerpo, sentía frio, pero en su interior estaba ardiendo.
¡¿Acaso era eso el infierno?! … y de pronto… un  dolor insoportable en su costado izquierdo  lo hizo doblarse de dolor.  De reojo vio un sombre que dejaba un cuchillo  hecho de neblina encajado en su carne. Otras dos sombras, con aura siniestra  se acercaban a el por el frente, lo empezaron a patear en el piso, lo golpeaban y el solo podía retorcerse por dolor, sintió pequeños aguijonazos por todo el cuerpo, le dolía horrores, sentía que no podía respirar, sentía que su corazón latía desembocado en su garganta y luego… todo dolor desapareció y se encontró de nuevo solo en esa oscuridad.
Bang, Bang se escucho y su cuerpo se estremeció al impacto de las balas, se sintió desangrar, sintió la desesperación que da cuando sabes que con cada gota de sangre que pierdes, también  pierdes una parte de tu esencia… pierdes la vida y nada puedes hacer para detenerlo.
Y  de nuevo solo.
Asustado, sudado, sin poder comprender que ocurría, intento huir, correr en la obscuridad. Sus ojo, en sus ojos se contemplaba el terror más puro, producto del dolor y la ignorancia. Las risas malvadas, siniestras y crueles empezaron a  retumbar en sus oídos. Intento callarlas tapando sus oídos con las palmas de sus manos sangrantes y adoloridas.
“¡¡¡¡CALLENSE!!!!” grito desperrado cayendo de nuevo al piso .
Pero  nada, estas no paraban, estas no se callaban, venían de todas partes y solo lo lastimaban en lo más hondo de su ser…
Lloro, sus ojos empezaron a  llenarse de lágrimas, lagrimas que nunca había derramado en vida. Lagrimas de dolor y desesperación. De adulto no se permitió llorar; no pudo nunca, no era capaz, todas las  lágrimas que derramo en vida fueron falsas. Y estas no eran suyas, la desesperación lo lleno, la tristeza y la amargura, el dolor y la angustia. Un mar de sentimientos ajenos, que lo hacían  sufrir, lo torturaban
¿Por qué?
Porque se lo merecía
Las risas se convirtieron en llantos, llantos de hombres y mujeres, de niños y adultos, voces llenas de dolor. y junto a ellas, imágenes, crueles y sangrientas. Rostros rotos, gente muerta, muchos muertos, y gente llorándoles a esos muertos.
Y desapareció, con la rapidez con la que  empezaron.
Su cuerpo seguía convulsionándose, por el dolor y la amargura, el frio y el calor.
Y ahora el hambre
La sed
Como si nunca hubiera  probado bocado.
Como si nunca hubiera acercado un vaso de agua a sus labios
Y corrió de nueva vez, sintiendo cada parte de su ser arder en dolor, arder en un fuego intenso
Y al fin
Llego con alguien.
Un ser que le infundía miedo… terror y nada mas
Un ser  vestido con uno de sus trajes que en vida fue el  más costoso , con un sombrero en copa, inclinado, que le cubría parte de la cara, y el resto de él en sombras.
“ayúdeme ¡¡¡ayúdeme!!! Por piedad de Dios” suplico a sus pies.
Y entonces lo vio, sus ojos rojos sin pisca de misericordia y su sonrisa en una boca sin labios “¿piedad  de Dios? Y dime ¿tu que sabes de la piedad de Dios?” una carcajada cruel salió de sus boca y en un parpadeo, cambio a ser una pordiosera, en los huesos, con arrugas en la cara y su piel morena reseca  igual que sus labios sedientos. “una monedita por piedad señor” suplico con voz rasposa y luego sonrió despectiva y de debajo de sus fadas dos niños flacos hasta los huesos y desnudos, salieron brincando, llegaron hasta él y dijeron “¿alguna ayuda?” y “no sabemos donde están nuestros padres” rieron y lo empezaron a golpear
Cuando volvió a alzar la vista el hombre recargado en la oscuridad  había vuelto “¿enserio crees merecerla?”
“Cla…claro que si” afirmo temeroso y un viento helado atravesó de inmediato su cuerpo rendido en el suelo.
“¿y qué crees que opinen ellos?” la oscuridad se disipo un poco, permitiendo ver  que detrás del hombre había un ejército, un ejército de desgraciadas alamas.
Horrorizado contemplo, a la multitud. Había desde mujeres mutiladas, niños golpeados. Hombres decapitados o sin alguna extremidad, mujeres y hombres  balaceados, jóvenes masacrados, familias hambrientas, gente en la absoluta miseria.
Todos ante una señal del hombre, gimieron, salpicando de sus maltrechas bocas sangre y saliva.
“jajaja” rio cruel el  hombre “creo que no la mereces, ¿los vez? Todos ellos, son las vidas que se extinguieron por tu culpa” camino tranquilo hasta un hombre sin un brazo y la cara golpeada, sus heridas aun seguían sangrando. Acarició su rostro y luego se arrodillo y cargo a un niño que era más hueso que carne  “Todos ellos, por distintas maneras perecieron gracias a tu egoísmo y maldad” le dejo a una mujer golpeada el niño y siguió hasta llegar a nuestro hombre que solo hace poco había muerto “ahora dime ‘¿crees que mereces algún tipo de misericordia? Misericordia que tu no fuiste capaz de dar”
Y no fue capaz de hablar.
“eso creí” y camino hacia la multitud, no sin antes patear su cabeza contra el piso.
La oscuridad nuevamente
El dolor  y el sufrimiento volvieron
Y el piso de monedas de oro se volvió, tragándolo como arenas movedizas, se estremeció ya que el metal quemaba al hacer contacto con su piel. No supo cuanto tiempo duro el descenso, ni cuantas fueron las veces que por sus ojos vio la muerte de algún hombre, que el había mandado que se ejetusase, ni cuanta fue el hambre y la sed que sintió.
Al final solo quedo, solo cayó en el lodo, en la inmundicia que  se merecía, junto a otras almas parecidas a la suya, destinado a oír el dolor, sentirlo, ese dolor que el provoco.

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